La necesidad de independencia

Debería existir una regla común: no ayudar al niño en aquello que hace o trata de aprender por sí mismo. Se requiere de gran esfuerzo, paciencia y organización por parte de la madre y del padre para lograrlo.

Cuando el niño muestra interés en aprender a vestirse por sí mismo, debemos proporcionarle el tiempo suficiente para que practique sin apuros. Si le estamos enseñando una habilidad nueva, debemos de tratar de fraccionar la dificultad, enseñándole con pasos definidos, paso a paso. Si en verdad deseamos que nuestros hijos lleguen a ser unos adultos independientes y autónomos, debemos dejar de seguir sirviéndoles la leche cuando ya sabemos que han aprendido a hacerlo. Así mismo, debemos dejar que abotonen sus ropas si ya lo pueden hacer solos. Durante el periodo de la infancia, la madre hace un sin número de cosas físicas para cubrir las necesidades del niño. Una buena madre debe ser observadora, debe encontrar el momento preciso en que deba descontinuar las atenciones físicas que el niño pueda ya hacer por sí mismo. Si no lo hace, el niño corre el riesgo de convertirse en un niño indolente, ya que tendrá quién le haga las cosas mucho después del momento en el que necesita o desea ayuda. O, tal vez, se desanime a aprender a cuidar de su persona, y esto puede provocar el principio de un complejo de inferioridad.

La Dra. Montessori en su libro “El niño, secreto de la infancia” describe al niño mal dirigido que sufre de dependencia, de falta de energía vital e indolencia. Diagnostica la causa o razón de la siguiente manera: “Sin darse cuenta, el adulto ofrece su ayuda innecesaria y su influencia hipnótica; se ha sustituido a sí mismo por el niño y ha impedido el crecimiento síquico de éste”. Describe también otras características como: “tímidos, deseosos de tomar decisiones, evitan enfrentar dificultades o críticas, lloran con frecuencia y muestran desesperación”. Ella atribuye la causa una vez más al adulto que constantemente interrumpe al niño y quebranta su ambiente. Este ser poderoso dirige la vida del niño sin siquiera tomarlo en cuenta. La falta de consideración hacia el niño lo hace sentir que sus propias acciones carecen de valor.

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