La necesidad de desarrollar el lenguaje

Obviamente el niño necesita oír hablar a las personas que le rodean; debe convivir con aquellas personas que le van a enseñar una cultura propia. Un bebé observa muy atentamente a los adultos cuando éstos hablan, pone atención a los movimientos de los labios tan interesado que trata de imitarlos. Por tanto, más tarde empiezan a balbucear y producir sonidos, tan naturalmente, que sin que nadie conscientemente le enseñe, construye un lenguaje por sí mismo; completo, con pronombres, verbos, conjugaciones y con todas la entonaciones e inflexiones que ha escuchado durante su vida. Esta es una de las razones por las cuales el niño no debe ser encerrado en una guardería por muchas horas.

La Dra. Montessori admiraba a las madres primitivas que llevaban a sus bebés a donde quiera que iban. Es muy interesante observar las diferentes costumbres de cargar al bebé en otras culturas. Por ejemplo, en Japón, las madres cargan a sus bebés en sus espaldas. Las indias nativas americanas, los cargan en una canasta a sus espaldas. Se cree que lo hacen porque el niño se pasa largas horas viendo hacia el horizonte; mientras su madre trabaja en el campo, el niño desarrolla su característica tendencia a ver el futuro.

El niño debe oír no sólo el lenguaje primario que le concierne para cubrir sus necesidades básicas, tales como: comer, dormir, etc., sino debe oír el idioma sofisticado que en su cultura existe. Por ejemplo, si el niño pregunta el nombre de una pieza musical, debemos darle el nombre correcto y hasta el nombre del compositor. Y si se fija en un árbol en particular, darle el nombre apropiado y la particular figura de las hojas; si se interesa por un pájaro darle el nombre específico y las características del pájaro. Porque cuando sea expuesto al ambiente Montessori, la guía le ofrecerá varias experiencias de un vocabulario completo en varios aspectos de la cultura. Le hablará de geometría, biología y botánica. Pero la base sólida de este vocabulario debe empezar en casa. Un niño no se asusta con palabras sofisticadas, al contrario, le atraen, le fascinan. Durante esta temprana etapa del niño, puede uno conversar con ellos largo y tendido; y gran parte de este tiempo lo podemos pasar entrenando al niño a que siga instrucciones específicas tales como: “Tráeme aquel libro grande” ó “Por favor, lleva esta vasija azul y colócala sobre la mesa de la cocina”, etc., gradualmente incrementado la complejidad de nuestros mandatos.

Se le puede ayudar al niño a que escuche ciertos sonidos y aprenda a aislar unos de otros. En nuestra cultura, la vida diaria está llena de ruidos, con sonidos de tráfico, construcción, música en el trasfondo o voces. Por esto, mucha de la habilidad del niño para escuchar es, algunas veces, entorpecida. Cuando no existe la oportunidad del silencio, se priva al niño de la preciosa habilidad de poner sus pensamientos en orden. Los adultos en casa del niño, pueden ayudar cuando deliberadamente le hablan en voz baja o suave, de tal forma que el niño responda adecuadamente cuando se le suba el nivel de decibeles al gritarle.

A los niños les gusta jugar al juego del sonido, separando los sonidos que escuchan de las palabras. Lo jugamos en la escuela de la siguiente manera: “Yo espío con mis ojos y veo algo en este cuarto que empieza con “m” (I spy with my eyes and see something in this room that begins with ..). Si los niños desean jugar este juego en casa, separen cada sonido de cada letra (pronunciación fonética) no el nombre de la letra en el alfabeto, es decir “m” en lugar de “eme”.                

En una ocasión una mamá mencionó que ella y su hija ojeaban una revista; la niña se emocionó mucho y señalando unas letras dijo: “Mira mamá, aquí está s y aquí está f. Indudablemente que si leemos al niño a temprana edad, incrementará su apreciación por la belleza y el poder del lenguaje.

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